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¿Menos humanos para el planeta?

  • abril 26, 2019
  • Christian Rodríguez

El mundo que habita el hombre es muestra de un diseño perfecto, armoniosamente funcional; fascinante en belleza, grandioso en tamaño. Basta con ver, en una salida de campo la concordia de la naturaleza. La arquitectura del planeta Tierra es tan estable que, cuando se altera alguna variable natural, ésta responde con contundencia, mostrando que ha sido creada para mantenerse equilibrada y majestuosa. ¿Por qué la tierra revela tal perfil? “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.” (Salmo 19:1). La tierra como parte de la creación de Dios es testimonio viviente de Su existencia y potestad. Lo creado apunta al Todopoderoso.

Pero el Creador también hizo al hombre, sintonizándolo bajo un diseño perfecto con la tierra, para que fuera el sabio administrador de este mundo (Génesis 1:26). De forma que, al multiplicarse, hubiese una masiva mayordomía para que el planeta continuara su buen curso natural. El hombre alineado con la tierra seguiría mostrando al Dios Vivo en su forma y esencia como Su imagen. Pero, llega ese momento trágico en el que el hombre transforma esa imagen al adoptar una actitud de rebeldía y desprecio hacia su Creador, y entonces la buena administración de este mundo se distorsiona (Génesis 3:17, 18). Es tal el cambio que ahora el ser humano pasa de ser un bien para la tierra, a un mal que hace que la tierra gima (Romanos 8:22).

Esta es la hora en que vemos como la tierra responde de alguna u otra forma al dolor de la falta de buena administración sobre ella: terremotos, huracanes, tsunamis, y en general todas aquellas manifestaciones que se condensan en la idea de “cambio climático”. Los ecosistemas se están alterando y los ambientes naturales de la tierra están como fuera de control. A pesar del caos, Dios está allí; nada se sale del control soberano del Creador (Colosenses 1:17). No obstante, el dominio divino no resta a la responsabilidad humana sobre la principal tarea dada al principio de todo lo creado: administrar, lo cual hoy por hoy, por la condición pecaminosa del hombre, se ha deformado.

Ahora el mismo ser humano ha tratado de mitigar este efecto dominó sobre la naturaleza proponiendo diferentes soluciones, sin que el pecado en el corazón sea reconocido. Una de estas soluciones, que está tomando fuerza en la sociedad es que se evite, en la medida de lo posible, traer más hijos al mundo. La forma de contrarrestar el deterioro del planeta es que no haya más agentes de destrucción que, para nosotros los humanos, somos nosotros mismos. Al parecer, la tierra no puede soportar más hombres que por naturaleza cargan al planeta con su desenfrenado consumismo. La tierra ha llegado al límite, así que, controlar la tasa de natalidad de forma radical es un muy buen antídoto para esta tierra que languidece.

Un Planeta Maldecido

Son tantas las maravillas que vemos en la creación de Dios que difícilmente podríamos pensar que esta tierra está experimentando una especie de maldición. Pero cuando revisamos los primeros días de vida de la tierra, hubo un momento en que se estableció un cambio para el planeta que habitaría el hombre: “17Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 18Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo.” (Génesis 3:17, 18). Este pasaje que cité anteriormente presenta un principio muy importante y es que Dios le dio una nueva dinámica a la tierra por causa del pecado del hombre. La tierra antes de la caída era diferente a la tierra después de la caída.

Cuando se efectuó el primer asesinato, Dios ratificó la idea de que la tierra ya no sería la del principio: “12Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza…” (Génesis 4:12). De manera que, el planeta que habitamos reacciona hostilmente, en primer lugar, porque Dios intervino cambiando su dinámica por causa de la desobediencia del hombre. Dios cambió el curso armónico de la tierra, alterándola como resultado de la rebelión humana. Quizá, antes de pensar en que el hombre es una plaga consumista en potencia que destruye la naturaleza, deberíamos pensar en que fue el pecado el que llevó a Dios a transformar la concordia que creó para Su gloria.

Sumado a esto, si la tierra es lo que es por el pecado humano, significa que el número de hombres y mujeres en la tierra no es el problema. Cuando Dios maldijo la tierra, en teoría, había por lo menos dos personas y esas dos personas cambiaron el curso natural de la tierra. Solo bastó un acto de desobediencia de dos personas para que la tierra entrara en decadencia. Sin embargo, ¿por qué se piensa que la solución al problema del agotamiento natural de la tierra es que haya menos humanos?

Un Planeta Redimido

Entre los jóvenes es muy común encontrar este concepto naturalista, de forma que la idea de los hijos pasa a un segundo plano. Aún en la iglesia se ha infiltrado la premisa de que los hijos son un problema, puesto que este mundo está manifestando cada vez un deterioro, no solo natural, sino también moral. Pero, ¿no traer hijos al mundo es la solución? ¿El planeta Tierra va a descansar si tiene menos humanos que sostener? Así haya un solo ser humano en la tierra, está seguirá gimiendo, porque la tierra ha cambiado por decreto de Dios. Entonces, ¿qué podemos esperar?

El apóstol Pablo puede ayudarnos a considerar la solución de una forma más objetiva: “19Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 21porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.” (Romanos 8:19-23).

La creación que conocemos hoy será completamente renovada porque los hijos de Dios experimentarán el cumplimiento pleno de la salvación cuando sus cuerpos sean transformados. La tierra tiene un anhelo, y no es que haya menos humanos que sustentar, sino que los hombres y mujeres que han creído en Cristo y se han sujetado a Su señorío, experimenten lo que es un cuerpo que anhele y se satisfaga sólo en Dios. Cuando llegue ese tiempo, la tierra será librada completamente de esa maldición que la tiene adolorida, para que su naturaleza apunte a una mayor armonía, superior a la inicial. El consuelo de este planeta no es que haya menos seres humanos, sino que los que hay vayan en pos de la fe en Jesucristo para que sus cuerpos sean transformados un día y así, se perfeccione la naturaleza.

Este planteamiento suena surrealista y hasta antinatural. Parece una solución ficticia y desconsiderada porque la tierra está sufriendo hoy. Mientras aguardamos la esperanza bíblica de la glorificación, los creyentes pueden atenuar el efecto del pecado, siendo buenos administradores de este planeta como un preámbulo a lo que le espera. El pueblo de Dios no puede ser indiferente al cuidado de la tierra; por el Evangelio es posible tener una mayor conciencia de la tierra que Dios ha dejado al hombre para su mayordomía. Y no se trata de no tener hijos; se trata de que la iglesia como el cuerpo de Cristo levante una generación piadosa que ame a Dios y refleje Su imagen administrando sabiamente lo creado, mientras esperamos la intervención divina para hacer de esta tierra el lugar que Él ha querido para Su alabanza.

Así que la solución no es menos hijos por causa de la tierra, sino antes, más hijos por causa del Evangelio para que haya una administración consciente de la creación de Dios mientras esperamos su plena restauración. Este tema da para escribir mucho, y espero hacerlo para alimentar la cosmovisión que presenta la Biblia al respecto. Por lo pronto, en esta entrega, el enfoque está en tener cuidado del concepto fatalista de los hijos hacia una tierra que sin duda requiere de una buena administración por ser creación del Dios Trino.

Christian Rodríguez

Christian sirve como pastor en la Iglesia Bautista Renacer en Bogotá, Colombia, junto a su esposa Carolina. Es Ingeniero Electrónico de profesión, pero desde el 2014 es pastor de vocación y ahora adelanta estudios de Maestría en Divinidad en el Seminario Teológico Bautista del Sur.

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1 comentario
  1. Siddin Vargas dice:
    junio 26, 2019 a las 1:41 am

    Muy buen artículo. Sin duda alguna, junto al movimiento de no tener hijos, están los que apoyan el aborto, LGBT, feminismo, y afines. Los cuales (movimientos como concepto) los podemos meter en una licuadora ya que son lo mismo.

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