Difícilmente podemos encontrar temas en los que incrédulos y creyentes estén hablando paralelamente. Pero hay uno que está en boca de todos: la ofrenda. Tanto los unos como los otros desarrollan esta idea desde enfoques muy distintos. Los incrédulos plantean un panorama negativo y fatalista en donde el dinero está siendo la fuente de ganancia deshonesta de muchos, en especial de ministros del Evangelio; pero muchos creyentes señalan a la ofrenda como la oportunidad para que Dios multiplique sus arcas y sus vidas rebosen de prosperidad material. Lamentablemente estas dos premisas son reales y dejan ver algo preocupante: el ser humano es codicioso por naturaleza.
El dinero no es malo en sí mismo. La Biblia indica que “la raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10). Ese deseo codicioso no solo se observa en la esfera de la iglesia cristiana, sino también en otras ordenes religiosas. También, la codicia humana se muestra en el diario vivir en donde el hombre se esmera desmedidamente por conseguir dinero, a como dé lugar. Cada vez son más los métodos para conseguir dinero fácil, aun si se necesita pasar por encima de la vida de otra persona sin que ésta tenga importancia alguna. Ahora el dinero es más importante que los seres humanos. La realidad es que somos codiciosos.
Un Panorama Oscuro
Muchas personas están cansadas de oír cómo un importante número de comunidades cristianas están enfocadas en captar dinero. Los domingos se han convertido en el tiempo de recaudo y los mensajes desde los púlpitos tienen un carácter más financiero que bíblico; la suma de testigos va en aumento, indicando que las iglesias son lugares dedicados para “pedir plata”. El lenguaje en las calles es que los “pastores están trasquilando a sus ovejas”, exprimiendo sus bolsillos. El ambiente no puede ser más desalentador. Aquellos lugares en donde se debería exponer la esperanza eterna que hay en Jesucristo son acusados de predicar un mensaje codicioso, perverso.
Una de las mayores necesidades que el hombre requiere suplir es su economía. En los países más ricos y prósperos la preocupación por el dinero también está latente. El deseo por ver las arcas llenas parece insaciable. Bogotá es una ciudad cosmopolita y su dinámica comercial es amplia. Pero la mayor necesidad que deja ver nuestra sociedad es la falta de dinero. El vocabulario cultural contiene una intranquilidad por la falta de recursos: “no tengo plata”, “no tengo cómo pagar esto”, “la situación está muy difícil”, entre otras expresiones que califican esta necesidad. Ante este escenario, comunidades se han aprovechado para sorprender a la sociedad con soluciones que satisfagan y cambien el curso de esta crisis; la sorpresa radica en que Dios puede cubrir esa necesidad, siempre y cuando le dés de lo que tienes. Esta premisa maliciosamente se sobredimensiona cuando piden a las personas dar lo poco que tienen o, lo que es peor, piden a las personas dar cantidades que no bajen de la mayor denominación que tenemos: $50.000. (y ahora $100.000).
Por otra parte, necesidades como la falta de salud, problemas emocionales o sentimentales, son el foco para formular estrategias en donde grupos religiosos puedan recaudar dinero. La gente hace lo que sea por ver suplida una necesidad: unos por tener salud, otros por estar emocionalmente gozosos. A esto se suma la condena por no dar, de manera que algunos ejercen presión sobre las personas, persuadiéndolas de que sus crisis son el resultado de no ofrendar. Entonces, el panorama está entenebrecido. Parece que sin dinero la vida es miserable y absurda. El testimonio de Cristo parece ser no más que sinónimo de recaudo y prosperidad, y la lista de acusaciones no parece terminar.
La Ofrenda en Su Lugar
El escepticismo hacia la ofrenda se justifica por el mal uso y concepto que se tiene de ella. Se ha usado la misma Biblia, de forma errada, para dar lugar a un significado de ofrenda meramente terrenal y hasta diabólico. Todas las muestras ya mencionadas de codicia han cerrado las puertas a una meditación consciente de las Escrituras al respecto. No obstante, el mismo Dios por Su Palabra ofrece la claridad que el tema requiere, lo cual debe ser analizado bajo Su criterio y Sus expectativas. Es Dios quien ha definido el lugar que tiene la ofrenda en medio de la iglesia de Cristo y el provecho que trae para la gloria de Su Nombre y el beneficio de Su pueblo. De manera que consideremos las siguientes ideas para tener a la ofrenda como las Sagradas Escrituras la presentan:
- La Ofrenda es de Dios: Parece un planteamiento lógico, pero aquí nos referimos a la pertenencia. Los recursos que alguien aporta no pasan a ser de propiedad del pastor, o de los diáconos, o de los creyentes. Esos dineros son propiedad de Dios; Él como Señor y Dios es dueño de esos recursos y los creyentes no pueden hacer uso de ellos de cualquier forma. La administración de ese dinero debe reflejar que el Amo y Señor de todo es Dios (Hageo 2:8). Ofrendemos o no ofrendemos, todas las cosas le pertenecen y son propiedad de Dios (Salmo 50:12).
- La Ofrenda es para los Intereses de Dios: Esto contrasta completamente con la forma en que hoy se ofrenda. Principalmente la ofrenda tiene su provecho y su destino en los planes de Dios. Como nuestro Creador, Él no está interesado en que no tengamos problemas económicos, o en que seamos prósperos materialmente. La mayor preocupación de Dios es que el hombre se vuelva a Él, ya que es su enemigo (Romanos 3:23). La estabilidad económica no hace a nadie acepto delante de Dios (Efesios 2:8). Es el arrepentimiento y la fe en Jesucristo lo que hace que el pecador sea llamado amigo de Dios (Hechos 3:19). Ante esto, los recursos de Dios deben ser utilizados para el avance de Su reino y para que Cristo crucificado y resucitado sea predicado hasta lo último de la tierra (Mateo 28:19, 20).
- La Ofrenda es Provechosa para Todo el Cuerpo de Creyentes: Tanto los ministros del Evangelio (1 Corintios 9:14) que realmente prediquen del plan de salvación, como todos los creyentes en la comunidad deben ver la bendición de la ofrenda (1 Corintios 16:1; 2 Corintios 9:1). Estos recursos no deben favorecer económicamente a un sector de la iglesia y menos a los pastores. Todos los santos, es decir, los creyentes, deben ser partícipes del dar, pero también todos los creyentes deben ver los beneficios de forma proporcional (Hechos 2:44; 4:32). El oro y la plata de Dios no es para algunos; lo es para todo su pueblo.
- La Ofrenda no es para el Enriquecimiento de los Creyentes: Dios no favorece los deseos codiciosos del hombre; antes, lo enseña a vivir con sobriedad en la tierra para que sus aspiraciones sean celestiales (Filipenses 4:11, 12). Un cristiano, discípulo de Cristo, no se conforma con ver suplidas sus necesidades terrenales, ni tampoco relaciona la prosperidad material o de otra índole con la espiritual. Muchas personas son prósperas materialmente y sus corazones están lejos del Dios de la Biblia, porque su dios es el dinero (Filipenses 3:18, 19). Además, los recursos de Dios son dados a los creyentes proporcionalmente a la capacidad administrativa que testifique efectivamente de la gloria de Cristo y Su reino (Mateo 25:14-30). Alguien dijo una vez: “se requiere mucha más sabiduría y dominio propio cuando eres próspero, que cuando no lo eres”, “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1 Timoteo 6:10).
- La Ofrenda es un Acto Deliberado de Adoración: Para muchos la cantidad es importante. Por eso se habla del “diezmo” y más. Pero la Palabra de Dios deja un estándar mucho más alto para la iglesia de Cristo que simplemente un porcentaje: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.” (2 Corintios 9:6, 7). El corazón es quien dicta sobre el deseo de dar. Pero como nuestro corazón es perverso y engañoso (Jeremías 17:9), entonces se requiere dirección. Las intenciones del corazón deben estar en sintonía con una adoración genuina a Dios, pensando en que Dios se complace en el dador que se enfoca en Él. El dar con tristeza o por necesidad es estar enfocado en uno mismo, en el hombre. La gran mayoría de creyentes ofrendan con esta intensión pecaminosa, con miras a una satisfacción personal. Pero, bíblicamente hablando, el enfoque de la ofrenda y del corazón dadivoso debe estar dirigido hacia Dios y hacia el bien de otros, antes que al interés personal, y si pensamos en Dios y Su pueblo primero, entonces la adoración tiene una orientación divina.
- La Ofrenda es una Expresión del Evangelio: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8). El Padre ha dado lo más amado por Él para salvar a quienes estábamos esclavizados por el pecado que nos tenía alejados de Dios. El ofrecimiento voluntario del Hijo de Dios estaba planeado para que haya riqueza espiritual en aquellos que le siguen (2 Corintios 8:9; Hebreos 9:14). Si bien Dios entregó a Cristo para mostrar Su justicia, las implicaciones son generosas, trayendo libertad del pecado al hombre y un título glorioso para los creyentes: hijos de Dios. De manera que la ofrenda debe continuar el legado del Evangelio, mostrando que “Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:4, 5). Si el centro de la Biblia es el plan de redención para el ser humano, la ofrenda debe estar alineada a este plan. La ofrenda entonces esta diseñada para aspirar a cosas muchísimo mejores que lo que este mundo puede ofrecer.
Tratar de resumir la dinámica de la ofrenda es un desafío difícil. La Biblia recoge muchos elementos al respecto. Sin embargo, la iglesia de Cristo debe contrarrestar la perturbadora fama que se tiene sobre el dar. Aquellos que persistan en mostrar su deseo de riquezas por encima de Cristo, no son de Dios, mas los que perseveren en Jesús mostrarán al Dios real que es superior a cualquier bien material. C.S. Lewis decía que somos mediocres, somos muy fáciles de complacer. Cuando estamos “bien de salud”, “bien del corazón”, “bien económicamente”, estamos satisfechos. La ofrenda se ha convertido en uno de los medios de satisfacción, tanto para los codiciosos, como para la codicia. Pero la ofrenda tiene un origen y un propósito mucho más sagrado y solemne: Dios y el avance de Su reino.
Si perteneces a una comunidad dedicada a la captación de dinero y su enfoque es el bien material, arrepiéntete y persuade a la iglesia a buscar esta actitud, de forma que sean perdonados en Cristo y procuren el bien espiritual de los fieles, que es el objetivo de Dios para Su pueblo. El cristianismo ha sido estorbado lo suficiente como para acompañar al diablo en su campaña de engañar personas para llevarlas consigo a la condenación. Si la comunidad no reacciona a las prioridades de las Escrituras en cuanto a la ofrenda, huye de allí, porque “…hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.”