Cada vez es más común escuchar a creyentes afirmar: “Yo sólo leo la Biblia… el resto son escritos de hombres.” Ciertamente el cristiano debe tener un celo profundo por la autoritativa Palabra de Dios, ya que es suficiente para conocer a Dios y la fe, así como para que el hombre renueve la armonía con el Creador en Cristo (Salmo 19:7-10; 2 Timoteo 3:16, 17). No hay nada que se le escape a las Sagradas Escrituras, ya que allí está contenida la mente del Señor. Y si bien, hay mucho más en la persona de Dios, Él ha inspirado lo que está escrito para que el ser humano tenga respuesta a las preguntas necesarias (Deuteronomio 29:29).
Entonces, el leer otros libros (pensando en literatura cristiana para este artículo), ¿es relegar la lectura de la Palabra de Dios? ¿Necesariamente se está acudiendo a ideas humanas cuando se lee una obra fuera de la Biblia? Como la Biblia es suficiente, entonces dejemos que sea ella misma quien responda estas inquietudes.
Ideas no Inspiradas Dentro de lo Inspirado
Son numerosas la citas en las Escrituras en las que los autores, guiados por el Espíritu Santo, traen a colación premisas ajenas para argumentar un punto o desarrollar una idea teológicamente correcta. Cuando el apóstol Pablo llegó a la ciudad de Atenas, en su segundo viaje misionero, se encontró con esta inscripción: “AL DIOS NO CONOCIDO”. Este escrito fue la ventana para que Pablo comenzara a predicar el Evangelio, hasta que mencionó lo siguiente: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos”. (Hechos 17:22-28). Pablo conocía a su audiencia y hasta la literatura y pensamientos que circulaban por sus mentes. De esta forma, Pablo apela a un comentario extrabíblico ateniense para dar explicación a un importante tema cristológico.
El mismo Pablo al escribir su carta a Tito, condena a aquellos maestros “…contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene.” Pero enseguida afirma: “Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos.Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.” (Tito 1:10-14). De esta forma, el apóstol cita al poeta cretense Epiménides para aseverar la conducta de estos hombres.
Otro autor bíblico que condena fuertemente a los falsos maestros se vale paradójicamente de textos que calificamos “ideas humanas” pues no están dentro del canon inspirado, para explicar su tesis: “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él”. (Judas 14, 15). El libro de Enoc que no está contenido dentro de la inspiración del Espíritu Santo, es conocido por Judas; de alguna manera había tenido contacto con este texto deuterocanónico, y aun mejor, lo utilizó para defender su argumento.
Si bien estos ejemplos podrían señalar la posibilidad de acudir a otros textos para conocer su contenido (no necesariamente cristianos), no podemos cuestionar que los hombres de Dios utilizados para plasmar la mente de Dios en un Libro Sagrado (2 Pedro 1:21), tenían en mente ideas de otros autores para robustecer los argumentos inspirados. Si los autores bíblicos tuvieran el principio de no acudir a ningún escrito humano, seguro no lo hubieran hecho, puesto que la mente de Dios es suficiente. Pero ellos vieron la oportunidad de fortalecer sus tesis, ya que cada audiencia y contexto lo requería, todo con el aval del Espíritu Santo. Así que, si alguien llega a declarar: “Yo sólo leo la Biblia… el resto son escritos de hombres”, inevitablemente estará repasando alguna que otra idea humana que los autores bíblicos citaron.
Hombres Simples que Escriben como Hombres de Dios
Todo ser humano ha sido creado a la imagen del Señor, pero cuando el hombre decidió tener una actitud de desprecio y rebeldía hacia su Creador, todo se distorsionó. Quizá la literatura antes de la caída hubiese tenido todo el sentido espiritual que tiene la Biblia ahora, pero hoy las Sagradas Escrituras son lo que son por el Evangelio. Dios en Su sapiencia y gracia decidió salvar en Jesucristo a todos aquellos que creyeran en Él. Tanto los autores del Antiguo como del Nuevo Testamento tenían puesta su esperanza en el Mesías prometido, experimentando la redención. Por eso las Escrituras no son simplemente textos escritos por hombres, sino la sabiduría de Dios plasmada en letras, siendo exhalada por Su Santo Espíritu a seres humanos renovados para Él (2 Pedro 1:21).
Ya tenemos la Palabra de Dios escrita, inerrante, infalible, imperecedera porque Dios redimió en Cristo a hombres comunes, para que fueran santos, capacitados para escribir el Texto Sagrado. ¿Hoy qué tenemos? Tenemos hombres de Dios que están explicando y escribiendo lo que la Palabra de Dios ha revelado (Efesios 4:11). Muchos pastores escriben sus sermones en forma de manuscritos y hacen series de predicaciones que finalmente vienen a editarse en un libro para que el pueblo de Dios entienda mejor la Biblia. Otros pasan meses, meditando en las Escrituras y escribiendo lo que la Palabra de Dios les ha enseñado para transmitirlo a otros en un libro. Pastores recopilan sus sesiones de consejería en una obra como una forma de enseñanza a los creyentes.
Hay cientos de miles de libros cristianos que se pueden encontrar en una librería. Algunos son herejías evidentes. Pero otros, son literatura de hombres y mujeres que han recibido el don del Espíritu Santo para enseñar con fidelidad la Palabra de Dios a sus hermanos de forma escrita. Un famoso pastor decía: “Una librería cristiana es el lugar más peligroso para un cristiano”, pero este mismo pastor ha escrito libros fascinantes que nos llevan a entender mejor la Biblia y a apasionarnos aún más por Jesucristo y Su Evangelio (Albert Mohler). La iglesia de Cristo ha sido dotada de maestros llenos del Espíritu Santo para que los santos de Su cuerpo aspiren juntos a tener la estatura del Hijo de Dios. Los libros fuera de la Biblia, teológicamente centrados en Cristo e intencionalmente aferrados a la mente de Dios, son una herramienta de gracia para que haya más exhortación, más edificación, más consolación, más predicación, más crecimiento espiritual, más pasión por la gloria de Dios.
Martín Lutero, el gran reformador alemán del siglo XVI, dijo alguna vez sobre los libros no inspirados de Macabeos: “Estos libros son útiles, pero no igualmente inspirados que las Sagradas Escrituras”. Si los libros no canónicos de Macabeos tenían utilidad histórica para conocer un poco más del periodo intertestamentario, ¿cuánto más lo pueden ser los textos de hombres de Dios, redimidos por Cristo, dotados por el Espíritu Santo, para plasmar explicaciones vehementes y claras de la Palabra de Dios? Así que, si alguien llega a declarar: “Yo sólo leo la Biblia… el resto son escritos de hombres”, inevitablemente estará leyendo literatura de pecadores redimidos, dotados por Dios para escribir Su Biblia. Vale la pena acudir a otros libros siguiendo el sabio e inspirado consejo de Pablo: “21Examinadlo todo; retened lo bueno”. (1 Tesalonicenses 5:21).